jueves, 15 de enero de 2009

capitulo I la enfermedad invisible

Todo inicia cuando un buen día aceptas que lo que padeces no es algo tratable por un médico, ni una enfermedad que el mundo acepta como existente, y asumes que vivirás con eso hasta el último día de tu vida, aunque no puedes ni siquiera entenderlo, y aquí es cuando te das cuenta que este buen día necesitas hablar, con alguien real, alguien de carne y hueso, alguien que haga caras cuando te escucha, o que se moleste de lo que dices, y a su vez te das cuenta que más allá de esa persona, real, física y tangible que solo te escuche, necesitas escucharte a ti, saberte, saber que ha pasado en todo este trayecto y analizar los puntos de quiebre, pero de repente sucede que tampoco hay escucha, a nadie le interesa porque resulta que no saben como dar confort a quien siempre conforta o no saben manejar la situación y todos estan ocupados, o lejos pero mientras tanto, que pasa con esto que carcome las entrañas, que arranca mil lágrimas de los ojos y que no deja de hacerlos llover, ese vacío, esa ausencia de ti mismo.

Y es así señores, como esta maga se encontraba ayer, no hay nada trágico en la historia, habré de ser muy sincera, no me gusta engañar ni crear falsas espectativas (tú lo sabes, aunque a veces no me creas), y así pues es como esta maga llega a su punto de no retorno, donde o asume que duele, que enoja y que si, que a pesar de todo, también siente; caminando por las calles de la ciudad recapitulando que he andado por muchos mundos, y que desde siempre he preferido mantenerme al margen de todos ellos, y que ya no quiero seguirlo haciendo por todos los dolores de cabeza que esto genera tanto a la mia como la de mis vecinos particularme de aquellos a los que amo, entre lágrimas, mocos y babas (lo siento así va el llanto aunque suene feo), emprendo mi camino a retomar eso que dejé hace años cuando por error casi me mato, aunque error tres cateteres en la vena y una sangría en el baño de la escuela algunos lo considerarán más que un error, pero de verdad no me quise matar, lo que si conseguí fue un pase directo de 13 días a mis vacaciones en el hospital psiquiatrico, un lugar bonito tranquilo y de buenas compañías, algunos suicidas, otros esquizofrénicos, y otros tantos como yo inconexos, inconcavos, e inconclusos, ahí comprendí muchas verdades de la vida, sin embargo seguía como bien diria Ortega y Gasset, de espectadora, salí de ahí entendiendo esto de mi enfermedad invisible como la que todos los que habitamos o visitamos esos camellones y esos hospitales tenemos, enfermedades que no se ven, y que son como demonios que atacan en el momento más certero, cuando todo debía seguir bien, y no te permite continuar y nadie, nadie ni uno mismo es capaz de verlas, y cuando alguien sabe que están ahí, pretende que no estan, que no es real, que es una pretención o una estratagema para llamar la atención , hace algunos años lo descubrí o lo asumí pero no lo acepté, y sí hay pastillas que mejoran, tratamientos que alivian un poco pero que no curan y los estuve tomando, pero eran demasiado para mi cabeza inconstructa y erroneamente casi muero de nuevo y decido no tomarlos más, asumi por cuenta propia mi mejoria, y sí la hubo, las circunstancias y el entorno cambiaron y la enfermedad se escondió aún más y mejor pero no hay algo que se oculte para siempre ni nada que luego no cobre la factura y llego a ayer, cuando busco la solución o al menos una garantía de que esto no dolera más, que dejare de ser voyeur, que iniciaré a entrar al mundo, que habrá alguien a quien pedir confort y estará ahí, y así pues retomo estas pastillas que me llevan a estos paraísos artificiales en los que la vida es surreal. pero eso es historia del siguiente capitulo.

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